jueves, 29 de marzo de 2018

rasguño




XVI (El ambulatorio)



Ahora estarás en el ambulatorio,

un centro de salud,

consulta médica,

es un pasillo inmutable y apático,

luz decaída, nada nuevo,

querías refugiarte en algún sitio

y entraste en un ambulatorio,

los ambulatorios son eso:

lugares donde hacer una pausa,

parecen transitorios, son lugares

de paso o estaciones de tren,

una sala de espera

donde mirar el hueco de un tiempo que se esfuma,

y estás en una silla al lado de un anciano,

esperando tu turno imaginario,

el turno que no tienes,

estás matando el tiempo, no sabes dónde ir

y escuchas lo que hablan:

necesitaba otra receta,

me falla la rodilla,

siguen las mismas náuseas,

el padre que acaricia el pelo de sus hijas,

la mujer que está ausente, despeinada o llorosa,

y el anciano que dice palabras para nadie,

una frase difusa,

una queja, otra queja,

sus gafas reparadas, esparadrapo, alambres,

el cristal con fisuras, calcetines caídos,

palabras hacia el suelo:

con sus labios no saben sino decir palabras,

sólo tienen su queja,

los miras porque sabes que son como un espejo,

son como tú,

y esperan,

no saben lo que esperan,

alguna solución, una salida,

una buena noticia,

la cita del análisis,

lo que traiga la sangre,

una cama más limpia,

bajar la fiebre un poco,

que se vayan las náuseas,

no saber, no sentir,

no necesitan demasiado, se contentan con poco,

si quisieran podrían levantarse y volar,

si pudieran volar, ¡ah, si pudieran volar!,

tal vez nunca lo harían.
                                 José Carlos Rosales (poeta)




Hoy levante airoso, sin pereza, con ganas, eran casi las ocho. Me asee, me vestí, subí al caballo de mi silla, con cinturón abrochado, dando un paseo recogí el Periódico.
Tenía cita a la nueve para almorzar con mi amigo Alfredo. No había llegado aún. Fui hacia su casa, unos metros del Bar Noguera, llegaba con su coche, aparco y los dos para el bar.
La fatalidad en una esquina adaptada, hizo que rozara con el palo de una señal de tráfico con el brazo izquierdo. Note el dolor. Imaginé la piel levantada.
Almorzamos, para mí una tortilla de patatas, para Alfredo churrasco.
Al medio almorzar note la humedad de la sangre. No me inmuté. Seguí con el almuerzo y la grata conversación. Le presente la Fuji STX-2 analógica de los 70/80as  la adquirí a un mallorquín. Ayer me llegó.
Tomamos café, sin prisas. Nos despedimos.
Me dirigí hacia el Ambulatorio, para curar la herida a mi brazo izquierdo. Lo que me temía la piel arrancada, como unos cuatro dedos. Regrese a casa con el vendaje hasta el codo.
Un día diferente. Presente mi joya con la ilusión de un niño. Un almuerzo con grata compañía. La enfermera simpática. Hoy descubrí por casualidad con "mister Google" el poeta. Que más se le puede pedir a la VIDA! Si la vivo plenamente. Josep  
 la fatídica senyal de prohibit,
la que amb va enganxar el braç


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